En primer lugar Jesús predica, llama, proclama. Lo
hizo después de los cuarenta días de retiro en el desierto con sus propias
tentaciones. Lo hizo una vez resucitado. Esto es muy curioso y aparece en la
segunda lectura. Es lo que confesamos al decir “descendió a los infiernos”. La
salvación de Jesús es universal en el tiempo. También es para los que vivieron
antes que él. El Sábado Santo
recordaremos este “Misterio”, este acontecimiento salvador de la llamada de
Jesús a los que esperaban la salvación (ser
conducidos a Dios) desde el origen de la
humanidad. Y Jesús sigue proclamando, llamando hoy a través de todos nosotros,
los discípulos – misioneros que no nos cansamos de invitar al banquete del
Reino.
Segundo: el contenido de la predicación. El evangelio,
es decir la buena noticia. ¿Cuál es esa buena noticia? Que Dios ha hecho una
Alianza con la humanidad que no puede romper porque no puede negarse a sí
mismo. En la primera lectura vemos la primera Alianza del Antiguo Testamento,
la de Noé, la del Arco iris. En el arca unos pocos fueron salvados de la
muerte. En la segunda lectura se nos recuerda la definitiva y eterna, la de la
cruz. Jesús murió por los pecados. A través del agua del bautismo podemos ser
salvados de la muerte. La buena noticia es que podemos tener acceso a Dios,
podemos relacionarnos con él como amigos, como hijos, ahora y, cuando muramos,
para siempre. Cuando una persona acoge esta buena noticia reconoce su pecado,
lo que lo aparta de Dios (el Espíritu Santo se lo revela) y siente una
necesidad imperiosa de cambiar de rumbo en la vida, eso es la conversión.
Tercero: ¿a quién se predica? Ya hemos visto que
incluso a los que vivieron antes que Jesús. Lo que quiero subrayar es que los
destinatarios de la llamada son todos, todos sin excluir a nadie. Jesús murió
por los pecados de todos, porque todos somos pecadores, culpables. Hasta hace
poco estábamos acostumbrados a invitar a los de siempre, a los que van por la
Iglesia, a los que pensamos que nos van a decir que sí. Conforme entramos en la
clave de la Nueva Evangelización salimos a los cruces de los caminos a invitar
al banquete del Reino donde se celebra esta boda (Alianza) de Dios con la
humanidad. En el arca se salvaron ocho, ahora se salvan todos. No podemos ser
indiferentes a tanto dolor y sufrimiento por no sentirse amados por Dios,
invitados a la fiesta, reconciliados con el Señor. La mayor conversión que
necesitamos es la pastoral, la de ponernos en verdadera clave misionera. Feliz fin
de semana y bendiciones. Para ver las lecturas pincha aquí.

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