domingo, 21 de septiembre de 2014

SEMANA VIGÉSIMO QUINTA TO CICLO A DOMINGO

Está claro que este domingo San Mateo quiere que los católicos del s. XXI tengamos claro, como cuando se lo decía a los judíos bautizados, que Dios no hace las cosas como las hacemos nosotros. Sus caminos no son nuestros caminos; los suyos son mucho más altos y elevados. Para Dios, aunque a veces pueda parecer incluso injusto, los últimos son los primeros. El otro día escuché a un político que quería darle la vuelta a la tortilla. Pues Dios en Jesús se le ha adelantado y se la dio hace mucho. En la cruz Jesús ganó al último de sus discípulos, aquel que le decía: “acuérdate de mí cuando llegues a tu reino”. Pues este que fue el último entró el primero con él en el cielo.  Somos muy dados a los derechos adquiridos por la antigüedad en nuestras instituciones, pues eso poco tiene que ver con el Evangelio, con el modo de hacer de Dios, con su Reino.

Siguiendo en la clave de la nueva evangelización hay una frase de este evangelio que me ha llamado mucho la atención. “Nadie nos ha contratado”. Es lo que le responden al dueño de la viña los que trabajaron sólo una hora, los últimos. Creo que en nuestras parroquias y comunidades hay una idea o mentalidad que es un gran error. Pensamos que los que no vienen, no participan es porque no les da la gana. “Ya saben a qué hora es la Misa, que tenemos esta actividad... si no vienen es porque no quieren”. ¿De verdad se sienten invitados y convocados aunque estén bautizados y hayan hecho la primera comunión o se hayan casado por la Iglesia? Esta concepción en el fondo es una gran excusa para no ser una Iglesia Misionera.

La realidad es que hay muchos, muchísimos que no han sido contratados. Es verdad que hay carteles, octavillas en los buzones, eventos en Facebook, correos electrónicos, mensajes en el WatsApp… pero, ¿los hemos invitado cara a cara? Esto me hace que pensar. Caemos en otro error al pensar que el papel o las redes sociales son una forma de convocar adecuada. Nada puede sustituir al encuentro cara a cara. Ningún emoticono puede reproducir el rostro de un discípulo misionero que refleja la alegría de la fe. No se trata de ser cansinos invitando, es algo más básico, se trata de no silenciar a Jesús en nuestras conversaciones, en nuestros encuentros cotidianos. Cuando nombramos a Jesús se endulza nuestro paladar y nos brillan los ojos. Eso es lo que necesitan los que están en la plaza sin trabajar. La fe se contagia como una enfermedad bendita. Quitémonos la mascarilla (bozal a veces) que ha silenciado a Dios de nuestras conversaciones. Si San Pablo renunció a su deseo de partir para estar con Cristo por la misión ¿no vamos nosotros a renunciar a la “comodidad” de quedarnos en la mesa camilla de la comunidad? Y hoy nos acordamos especialmente de tantos que están heridos en su dignidad por no tener trabajo. Feliz domingo y bendiciones. Para ver las lecturas pincha aquí.  

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