La envidia desfigura la realidad. Saúl ve a David
como un enemigo cuando está luchando en su mismo bando por Israel. Jonatán
ayudó a su padre a recobrar la cordura y la objetividad de los hechos. Cuando
diariamente oramos y sobre todo confrontamos nuestra vida con la Palabra de
Dios es mucho más difícil que caigamos en los celos y la envidia. La luz del
Espíritu Santo nos ayuda a ver la realidad con mayor objetividad y a alegrarnos
de las victorias de los demás. También
los demonios quería que Jesús se dejara llevar por la euforia de las masas,
pero él no cayó en la tentación porque por las noches se retiraba a orar y allí
encontraba la fuerza para no dejarse deslumbrar por el espejismo de la fama humana. ¿Cuándo es la última vez que hemos sentido
envidia? Feliz día y bendiciones. Para ver las lecturas pincha aquí.
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