He releído lo que escribí este domingo hace tres años
en 2010. El pesimismo social era muy fuerte estábamos entrando en la depresión
económica. Ahora, por lo menos en la macroeconomía las perspectivas son mejores
aunque esto tardará en llegar a la economía de las casas. Este año los
comercios esperan vender más que en la campaña de Navidad del año pasado. La
cosecha de aceituna en Jaén es muchísimo mejor que la de la anterior campaña.
Entonces, ya tenemos razones para tener esperanza. ¿Es así? ciertamente el
dinero es importante pero no es nuestro Dios.
Las razones de nuestra esperanza son las promesas de
Dios. No sólo tenemos derecho a esperar un futuro de porvenir sino que tenemos
obligación de esperarlo si somos hombres y mujeres de fe. Nosotros no vivimos
una vida mundanizada, no vivimos como si Dios no existiera, por eso no vivimos
en la pesadilla, de comprar, vender y casarnos sin horizonte. Nosotros creemos
que un día de las espadas se forjarán arados y de las lanzas podaderas porque
tenemos otras armas, las de la luz, para luchar contra el mal. Estos días
muchos se quejan de que salgan los “malos” de la cárcel. Escuchaba el otro día que
la prisión no es la solución, es sólo una respuesta de la sociedad a hechos
delictivos. La solución es mucho más profunda y ambiciosa. La solución es la
revolución del amor para hacer mundo más humano, más feliz, menos mundanizado.
Despertemos del pesimismo, que no nos roben la
esperanza como clama el Papa Francisco. Estemos vigilantes este Adviento para
percibir los signos de la presencia de Dios a nuestro alrededor. Dejémonos
contagiar de la corriente de esperanza que flota en el ambiente. Intensifiquemos
nuestra oración sobre todo la que mira a María, nuestra madre, siempre vigilante,
siempre atenta a las necesidades de los demás. El ¡Señor viene! Feliz domingo y
bendiciones. Para ver las lecturas pincha aquí.

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