Daniel era libre, por eso no dejaba de orar aunque
un decreto real lo prohibiese. La libertad de los hijos de Dios es el don más
preciado que poseemos para no ser atrapados por las garras del miedo. Nosotros
no caminamos por la vida con la cabeza agachada sino con la cabeza bien alta
porque cada día experimentamos la liberación del Reino que no deja de venir. No
hay mejor cura para la esclavitud del consumismo, del afecto desordenado por la
cosas, que un baño de solidaridad. Sal de ti mismo, mira cara a cara al león de
la comodidad y sal al encuentro de los demás. Feliz día y bendiciones. Para ver las lecturas pincha aquí.
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