La palabra de esta semana nos
invita a viajar, el destino es como dice el salmista el País de la vida. Para Abrahán,
pastor nómada que tiene que pactar con los propietarios de los pastos se trataba
de una tierra en propiedad para una descendencia incontable. Para Pedro, que no
sabía lo que decía, se trataba de plantar tiendas en la transfiguración. Para
San Pablo, ya con las cosas más claras, se trata de formar parte del cielo con
un cuerpo glorioso como el del Resucitado. Las esperanzas de la humanidad y de
los hombres religiosos han ido evolucionando a medida que Dios se ha ido
revelando hasta la plenitud que es Jesucristo. En este segundo domingo de
Cuaresma tenemos que preguntarnos ¿A qué aspiro yo? Según aspiramos así
vivimos.
La humanidad ha querido construir
el cielo en la tierra pero sin Dios y otras se ha querido apagar toda esperanza
transcendente calificándola de alienante. En nuestro país nos encontramos ahora
con la cruda realidad de que el cielo en la tierra que nos habíamos construido
con el estado del bienestar y la democracia parlamentaria tiene graves
deficiencias. Estamos decepcionados y hasta indignados.
¿Qué hacemos nosotros los
creyentes? Necesitamos subir al monte, salir de nuestra rutina
y buscar momentos «sabáticos» para hacer silencio y escuchar, escuchar al Hijo
escogido. Cada persona en el fondo de su
alma escucha «buscad mi rostro». Encontramos el rostro de Dios en Jesús. Y este
rostro se va dibujando trazo a trazo a base de la escucha del Evangelio. Escuchando
a Jesús vamos adquiriendo una mirada nueva, no vemos a las personas ni los
acontecimientos como los ven los no creyentes. Y dejamos de tener miedo, aunque
en el horizonte se dibuje la cruz resuena en nuestro interior: «Espera en el
Señor, sé valiente, ten ánimo, espera en el Señor».
Feliz fin de semana y bendiciones. Para ver las lecturas pincha aquí.

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