¿Toda la alegría es
buena? Así empezaba yo ayer la homilía con los peques. Al principio no sabían
por donde iba la cosa hasta que una niña dijo que había una alegría mala por
ejemplo cuando los demás se ríen de otro niño. Hay un tipo de alegría
pervertida que llega a hacer sufrir, que es fruto de la injusticia, es una
alegría que al final se vuelve amarga y se convierte en una mueca.
La Palabra de este
tercer domingo de Adviento habla de la alegría verdadera la alegría de la fe. Puede
parecer una provocación hablar de alegría en estos tiempos. Pero es que la
alegría de la fe no depende de temperamentos o de circunstancias sino de la
presencia de Dios. La alegría llega cuando Dios está en medio de nosotros. Si
quitamos a Dios de en medio la alegría se apaga. Esta es la alegría de la fe
que el Santo Padre encontró en África, que yo encontré en Bolivia este verano.
Es una alegría mesurada, con medida, no es provocativa ni despreciativa para
los que sufren.
Es la alegría de los
que saben poner todas las cosas en las manos de Dios y por eso “nada les preocupa”
No sé si esta es vuestra experiencia. Yo he visto esta alegría incluso en las
camas de los hospitales, hasta en los velatorios. Cuando Dios está en medio la
tiniebla de la tristeza se difumina y da paso a la luz. Es la alegría de María
que cree lo que Dios le dice, es la alegría de Jesús porque Dios se revela a
los pequeños, es la Alegría de la misma Trinidad porque el Espíritu Santo es la
alegría de Dios. El Espíritu que está en medio de cada uno de nosotros y no
deja de decirnos “Él se goza y se complace en ti, te ama y se alegra con
júbilo como en día de fiesta”. En esta Navidad que viene pongamos mucha alegría
a nuestro alrededor poniendo a Dios en medio siempre. Compartamos mucho porque
hay más alegría en dar que en recibir. Feliz domingo y bendiciones. Para ver las lecturas pincha aquí.
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