El profeta Baruc anunciaba con estas palabras la
vuelta del destierro de Israel. Salieron de su tierra llorando llevando la
semilla del cautiverio y ahora vuelven cantando con las gavillas de la
libertad. El camino que se prepara es el de vuelta del pueblo. Dios mismo lo
prepara, “Dios guiará a Israel con alegría a la luz de su gloria, con su
justicia y su misericordia”. Muchos en
la época del destierro pensaron “Dios nos ha abandonado, ha olvidado su alianza,
nos rechaza para siempre”.
Pero como dice San Pablo: “el que ha inaugurado
entre vosotros una empresa buena la llevará adelante hasta el día de Cristo
Jesús”. Dios no abandona nunca la obra
de sus manos. No abandona a su Pueblo, no abandona a ninguno de sus hijos. A
los que se apartan de él los echa de menos entrañablemente como San Pablo echaba
de menos a los filipenses. A veces se nos olvida que la obra de la salvación,
la historia de la Salvación es obra de Dios y él tiene más interés que nosotros
en ella.
En este año de la fe debemos cultivar esta visión
de fe de la historia. Igual que en un momento muy concreto de la historia de la
humanidad surgió Juan predicando el bautismo, en cada momento de la historia de
la humanidad Dios hace surgir profetas que anuncian la esperanza y hacen
posible que se construyan caminos. No son simplemente personas buenas con
sensibilidad, son hombres y mujeres de Dios con conciencia de una misión
encomendada. En este adviento cada uno de nosotros debemos preguntarnos ¿Cuál es
mi misión profética en este momento? ¿Qué caminos tengo que construir? Feliz
domingo y bendiciones. Para ver las lecturas pincha aquí.
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