Isabel le dice a María “Dichosa tú que has creído”.
Terminamos el Adviento del Año de la Fe. Isabel hoy nos recuerda lo dichosos
que somos por tener fe. Ayer muchos se sentían dichosos porque les había tocado
la lotería. ¿No somos nosotros más felices que ellos? Y no es un premio de
consolación. El Papa al convocar este año de la fe nos decía que La fe crece
cuando se vive como experiencia de un amor que se recibe y se comunica como
experiencia de gracia y gozo. El viernes mientras sembrábamos estrellas por la
calle veíamos rostros serios, miradas bajas. Hay quien no comparte nuestra
alegría. Puede que la crisis la que haya quitado las ganas de fiestas en muchos
¿Pero es solo eso? Yo creo que también hay mucha falta de la alegría de la fe. No debe darnos pudor manifestar nuestra
alegría que es mesurada y contagiosa, nunca es provocadora ni insultante.
Isabel también dice ¿Quién soy yo? Las personas que
sienten esto son las más grandes, las que se sienten pequeñas, es decir, las
que reconocen su pequeñez. Dios se revela a los sencillos y humildes, no porque
rechace a los grandes y los soberbios, sino porque estos no pueden acogerlo. El
Mesías nacerá en Belén una aldea pequeña de Judá, no nacerá en Jerusalén a
donde se dirigirán los magos en su busca. Con Isabel hoy recibimos a la “Madre
de mi Señor” que lleva en su seno al Salvador y la recibimos con esta humildad.

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