Hace un tiempo llegaban a las parroquias bautizados
que querían que se eliminase el asiento de su bautismo en el libro de
bautismos. Una sentencia del Tribunal
Supremo determinó que los asientos de los libros sacramentales no se rigen por
la Ley de Protección de datos porque no son un “libro de socios” y por lo tanto
no cabe que un bautizado que no quiere formar parte de la Iglesia (que quiere
darse de baja) solicite ser borrado del libro. Esto es interesante porque el
bautismo decimos que imprime carácter. Es como una marca indeleble, no se puede
borrar. Un día de nuestra vida nos bautizaron y eso no podemos borrarlo de nuestra historia
personal aunque no queramos vivir las consecuencias de lo que ello significa.
Los judíos en tiempos del Profeta Daniel, y aún hoy, llevan una marca en la
carne que los señala como miembros de Israel: la circuncisión. No había
entonces libros donde apuntar a los miembros del Pueblo de Dios.
Dice Jesús que el cielo y la tierra pasarán pero
sus palabras no pasarán. Un día Él dijo: «esta es la sangre que se derrama por
vosotros y por muchos (multitud incontable), para el perdón de los pecados».
Esas palabras están en la Sagrada Escritura, y resuenan cada día en todo el
orbe en la liturgia de la Iglesia, y no dejan de repetirse en la liturgia del
cielo. Son palabras irrevocables. Ya no hay pecado que pueda hacerlas
inválidas. El mal ha sido derrotado definitivamente aunque nosotros veamos
colear al enemigo de muchas formas. Nuestra suerte está en la mano del Señor, con
él a nuestra derecha no vacilamos, se gozan nuestras entrañas porque Jesús nos
ha enseñado el sendero de la vida y nos saciaremos de gozo en su presencia.
Pueden caerse las estrellas, dejar de lucir el sol
y la luna. Puede caer nuestra civilización, muchos valores, desaparecer este
mundo tal y como lo conocemos. Puede que percibamos mucha oscuridad y
tinieblas, pero si nos fijamos bien hay muchos justos que brillan como
lumbreras del firmamento, los santos que recordamos y celebramos y muchos
justos que hoy siguen enseñándonos el camino de la justicia. Por eso el Papa
nos invita recordar nuestra historia de fe y el testimonio de tantos hermanos y
hermanas que profesaron la fe en medio de dificultades más graves que las
nuestras. Nosotros somos una generación más que camina entre los consuelos de
Dios y las tribulaciones de este mundo y que para las generaciones futuras somos
un signo de esperanza. Nuestros nombres van siendo apuntados en el libro de la
vida y no pueden ser borrados. La Iglesia vive en una continua primavera. A
gozarla¡¡. Feliz fin de semana y bendiciones. Para ver las lecturas pincha aquí.
No hay comentarios:
Publicar un comentario