Hace unas semanas se publicaba un estudio sobre el
consumo de las familias. Resulta que los pensionistas son los que han aumentado
en su nivel de consumo. Es un signo más de la crisis. Muchos jubilados, pensionistas
y viudas están dando de comer con la harina de su cántaro y el aceite de su alcuza
a los hijos y los nietos. Por eso no estamos colapsados con el nivel de parados
que hay, porque hay mucha solidaridad en las familias porque las pensiones se
estiran milagrosamente.
Jesús censura severamente a los que hacen de la
religión un medio para lucrarse. Lo
mismo que se utiliza el matrimonio, la amistad y tantas cosas santas para sacar
ganancia, podemos caer en la tentación de utilizar la fe como negocio. ¿No
habéis sufrido cierto desencanto en los lugares de peregrinación con tanto
negocio? Hasta en nuestro código civil hay una norma que impide que como última
voluntad se nombre como heredero al sacerdote que asiste espiritualmente al
moribundo. El miércoles colaboraba en un aula de radio con los jubilados que
van a la universidad de los mayores. Les dábamos las gracias porque sin ellos
la Iglesia, como tantas organizaciones, no funcionaría. ¿Qué sería de nosotros
sin tantos voluntarios que se dan gratis? Yo que estoy liberado y cobro una
nómina ante la entrega de los seglares a
veces siento pudor.
La viuda del evangelio lo dio todo, todo lo que
tenía para vivir. Es una imagen, un icono de Jesús que entregó una vez para
siempre por el perdón de los pecados. Jesús también lo dio todo (como los
buenos deportistas al competir). En la Eucaristía realizamos el memorial de esa
entrega total. Al celebrarla nos introducimos en esa dinámica de la
religiosidad del don. Ante una ofrenda así nos preguntamos ¿Qué doy yo? Feliz domingo y bendiciones. Para ver las lecturas pincha aquí.
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