Cuando vi hace un par de días las lecturas que
tocaban para este domingo me sentí incómodo. ¿Incómodo por qué? Porque toca
hablar de lo que no está de moda, de lo que se considera anticuado y
retrógrado. En un ambiente social donde casi hay más separaciones que
matrimonios, donde se celebra el divorcio con una fiesta (esto no es
generalizado), donde se está predicando la igualdad de género y se ve licito y
ético que una pareja de personas del mismo sexo puede contraer matrimonio, pues
en este ambiente no es cómodo proclamar el evangelio del matrimonio, la verdad
del matrimonio.
Lo primero que debemos tener claro es que el
matrimonio no es simplemente una institución cultural con más o menos
regulación jurídica. Es una realidad que está en los planes de Dios. Y en los
planes de Dios está la misma naturaleza del ser humano. El ser varón o hembra
no es un condicionante social fruto del machismo o una diferencia biológica sin
importancia. Ser varón o ser hembra son las dos formas del ser humano
intrínsecamente diferentes en el plano psicológico y personal, y son así para
poder complementarse y formar una pareja. Están hechos el uno para el otro,
para poder ser una sola carne. No podemos comulgar con la identidad de género
que con la escusa de remediar las actitudes machistas, desnaturaliza la
relación de pareja. Luchar contra el
machismo no implica abandonar la verdad del matrimonio.
Lo que ahora voy a afirmar no se puede decir en
muchos foros. De la tolerancia y el respeto, la acogida y la atención a las
personas que sienten atracción hacia personas de su mismo sexo (actitud en la
que debemos estar los cristianos) se ha pasado a afirmar que la homosexualidad
es una opción sexual más sin consecuencias éticas. Que este fenómeno se
produzca en un número de personas mayor o menor estadísticamente hablando no quiere decir que pueda ser calificado de “normal”
estadísticamente hablando. No se puede decir que la atracción por personas del
mismo sexo sea una enfermedad. En el catecismo leemos que su origen psíquico
permanece aún inexplicado (n. 2357). Pero para muchos homosexuales, por mucho
que se quiera mostrar otra cosa, se vive esto como un desajuste y una anomalía.
Tolerar lo que las leyes regulan, respetar
y acoger a estos hermanos no implica abandonar la verdad sobre el matrimonio.
No me quiero alargar más. En este año de la fe que
vamos a comenzar ponemos la mirada en Cristo, nuestro hermano, el guía de
nuestra salvación que nos ha llevado a
la Gloria mediante sufrimientos. El camino del matrimonio y de la castidad no
está exento de sufrimientos. La sexualidad es una de las fuerzas que más nos
tiran para abajo, que a muchos resulta muy complicado domesticar con la ayuda
del Espíritu Santo. No podemos volver a ser niños aunque a veces lo
desearíamos. Él, Jesús, ha vencido a la muerte, con él podemos vencer también
nosotros y vivir la verdad del amor. Feliz fin de semana y bendiciones. Para ver las lecturas pincha aquí.

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