sábado, 6 de octubre de 2012

SEMANA VIGÉSIMO SÉPTIMA TO CICLO B DOMINGO


Cuando vi hace un par de días las lecturas que tocaban para este domingo me sentí incómodo. ¿Incómodo por qué? Porque toca hablar de lo que no está de moda, de lo que se considera anticuado y retrógrado. En un ambiente social donde casi hay más separaciones que matrimonios, donde se celebra el divorcio con una fiesta (esto no es generalizado), donde se está predicando la igualdad de género y se ve licito y ético que una pareja de personas del mismo sexo puede contraer matrimonio, pues en este ambiente no es cómodo proclamar el evangelio del matrimonio, la verdad del matrimonio.
Lo primero que debemos tener claro es que el matrimonio no es simplemente una institución cultural con más o menos regulación jurídica. Es una realidad que está en los planes de Dios. Y en los planes de Dios está la misma naturaleza del ser humano. El ser varón o hembra no es un condicionante social fruto del machismo o una diferencia biológica sin importancia. Ser varón o ser hembra son las dos formas del ser humano intrínsecamente diferentes en el plano psicológico y personal, y son así para poder complementarse y formar una pareja. Están hechos el uno para el otro, para poder ser una sola carne. No podemos comulgar con la identidad de género que con la escusa de remediar las actitudes machistas, desnaturaliza la relación de pareja. Luchar  contra el machismo no implica abandonar la verdad del matrimonio.

Lo que ahora voy a afirmar no se puede decir en muchos foros. De la tolerancia y el respeto, la acogida y la atención a las personas que sienten atracción hacia personas de su mismo sexo (actitud en la que debemos estar los cristianos) se ha pasado a afirmar que la homosexualidad es una opción sexual más sin consecuencias éticas. Que este fenómeno se produzca en un número de personas mayor o menor estadísticamente hablando  no quiere decir que pueda ser calificado de “normal” estadísticamente hablando. No se puede decir que la atracción por personas del mismo sexo sea una enfermedad. En el catecismo leemos que su origen psíquico permanece aún inexplicado (n. 2357). Pero para muchos homosexuales, por mucho que se quiera mostrar otra cosa, se vive esto como un desajuste y una anomalía.  Tolerar lo que las leyes regulan, respetar y acoger a estos hermanos no implica abandonar la verdad sobre el matrimonio.

No me quiero alargar más. En este año de la fe que vamos a comenzar ponemos la mirada en Cristo, nuestro hermano, el guía de nuestra salvación  que nos ha llevado a la Gloria mediante sufrimientos. El camino del matrimonio y de la castidad no está exento de sufrimientos. La sexualidad es una de las fuerzas que más nos tiran para abajo, que a muchos resulta muy complicado domesticar con la ayuda del Espíritu Santo. No podemos volver a ser niños aunque a veces lo desearíamos. Él, Jesús, ha vencido a la muerte, con él podemos vencer también nosotros y vivir la verdad del amor. Feliz fin de semana y bendiciones. Para ver las lecturas pincha aquí.

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