1. Desde
este Templo dedicado al “Padre y Maestro de la juventud”. San Juan Bosco, así
lo definió el Papa Juan Pablo II, pedimos al Señor de la Sabiduría por la
Universidad de Jaén en el día de la apertura del presente curso académico por
el Excmo. Sr. Rector y Claustro de Profesores, por todos sus alumnos, por la
gran familia universitaria.
Lo
hacemos con la oración suprema de los cristianos, la Santa Misa, que hoy se
celebra en toda la Iglesia en honor de los Santos
Ángeles.
Ángel,
como sabemos, es una palabra castellana que traduce otra griega que significa
“enviado” o “mensajero”. Podríamos decir que la gran misión de la Universidad y
el fundamento de su actividad es ser mensajeros, desde el profesorado al
alumnado, desde la familia universitaria a la sociedad: de la verdad.
Esta
búsqueda apasionada de la verdad es imprescindible para que los profesores y
alumnos sean auténticos enviados, mensajeros, para construir una sociedad sobre
fundamentos sólidos.
2.
Somos todos muy conscientes de que no pequeños sectores de la sociedad en que
vivimos, también en el campus universitario, han perdido el gusto para la
verdad. Más aún rechazan la misma existencia de la verdad, y las preguntas
siempre decisivas en todas las culturas como el origen y destino del hombre, el
sentido de la vida y el trabajo, la razón de nuestras inquietudes y
desasosiegos, cómo debe ser la organización de la sociedad y nuestra contribución
en la convivencia. Ni se plantean estos interrogantes, o incluso los consideran
preguntas sin sentido.
Así
se ha ido afianzando una cultura del escepticismo y del relativismo, en que se
suplanta la fuerza de la verdad por la fuerza del más poderoso en el campo
político, económico y mediático.
Decir
Universidad, sin embargo, es decir universalidad, por eso la Universidad es
incompatible con la exclusión de cualquier partícula de verdad, por pequeña que
sea.
En
el Año de la Fe, que inaugura el Papa Benedicto XVI, el próximo día 11 de
octubre recordamos que “quien busque con
apasionamiento la verdad, sin miedo a encontrarse con ella, como lo hizo Job en
medio de sus sufrimientos y soledad” y otros muchos como San Agustín, termina
encontrándose con Dios, verdad suprema,
y clave para responder a nuestros grandes interrogantes.
A
esta verdad se accede por la razón, pero ayudados por la virtud de la fe,
Mediante ella, a pesar de su oscuridad, llegamos a ver las cosas como las ve
Dios, como realmente son, porque Él es la suma Verdad. Sin esa luz nos quedamos
en lo superficial, pues la fe permite ver donde la razón no ve y lo que la
inteligencia no comprende.
San
Pablo pensó un día que la Cruz de Cristo era una “locura”. Más tarde, después de su encuentro con el Resucitado,
comprendió la verdad que encerraba, que esa Cruz es salvación “para los que crean en Él”.
3.
El reto de buscar la verdad y dar con ella es arduo pero apasionante. Para el
cristiano es, además, un test de garantía para su fe. Porque la fe cristiana no
es algo abstracto o puramente interior, sino que debe reflejarse en la propia
vida. Más aún: ha de informarla, y presidir su actividad, sin miedo alguno. Lo
contrario es una especie de esquizofrenia: separar fe y vida.
Ante
la crisis de fe que sufrió Job, al preguntarse del “por qué” de sus desgracias,
llegó hasta maldecir su propia vida y rebelarse contra Dios, como hemos
escuchado en la primera lectura. Los tres amigos que vinieron a consolarle, en
vez de darle respuestas sensatas, lo que hicieron fue aumentar sus dudas. Al
final sí escuchó la voz de Dios, se fió de él y salió de aquella situación
desesperada. Superó la prueba, que a todos nos llega o llegará alguna vez, como
creyentes. No hay por que asustarse de ello.
4.
Pedimos que la fuerza del Espíritu Santo les acompañe a lo largo de todo el
curso que hoy inauguramos y ruego a la Delegación episcopal para la Pastoral
Universitaria que estén siempre a su disposición en cuanto puedan colaborar.
Que
así sea.
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