martes, 2 de octubre de 2012

ECOS DE TAIZÉ


Taizé, un pueblito francés del entorno de Lyon, fue para cinco jóvenes y dos sacerdotes de nuestra diócesis el lugar que los acogió durante la última semana de julio.
Como ciudad ecuménica, en Taizé se reúnen miles de jóvenes procedentes del mundo entero todas las semanas. Profesan credos distintos. Algunos se declaran no creyentes. Pero todos buscan en común esa Verdad que nos remueve de nuestra comodidad y apatía. Y lo hacen en el silencio de esta colina.
Y es que este sitio invita a una profunda reflexión. Desde su espectacular enclave, rodeado todo de verdes cerros, Taizé despierta en nosotros esa inquietud por redescubrir nuestra propia existencia. Con un modo de vida sencillo, con comidas simples, descanso moderado, tareas a favor de la comunidad, aquí se puede aspirar al silencio interior que tanto anhelamos. Los hermanos lo disponen todo para que así sea, y por eso disfrutamos de tres oraciones al día y un par de encuentros de reflexión bíblica.
Pero lo que realmente transforma es la gente de la que te rodeas. Allí somos almas desnudas, sin máscaras, sin mentiras. Almas libres. Todos iguales. Iguales de verdad. Es increíble cómo puedes sentirte tan entre amigos con gente que apenas conoces.
De Taizé todos nos llevamos algo. Porque te cambia, si te dejas cambiar. Te llevas amigos. De los que no se ganan con apariencias, de los que te quieren por lo que eres, de los que siempre están ahí. Recuperas la confianza en el ser humano que algún día perdiste. Y lo más importante, asumes tu responsabilidad. La responsabilidad que te otorga tu libertad. Asumes ese compromiso con la vida. Descubres que quieres vivir, y que quieres hacerlo plenamente. Basta ya de miedo. Estamos aquí para ser felices. Fernando altarejos.

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