Hace unos días un amigo
me decía que estaba muy contento porque le había tocado un viaje a México. Hoy
nosotros celebramos que tenemos un billete para un viaje a la Gloria. ¿No es para saltar de gozo? (literalmente).
Todos los textos eucológicos, es decir las oraciones, de
esta solemnidad tratan de que seamos conscientes de que donde ha llagado Cristo, la cabeza, también llegará la Iglesia
que es su cuerpo. San Pablo ruega por nosotros para que el Señor Ilumine los
ojos de nuestro corazón, para que comprendamos “cuál es la esperanza a la que
nos llama, cuál la riqueza de gloria que da en herencia a los santos”
Esta fiesta es una oportunidad para mirar al cielo y hasta
embobarse un poquito. Estamos tan metidos de tejas abajo en tantas cosas, con
tanta crisis que se nos olvida la perspectiva de la vida eterna. Es como vivir
preparando un viaje. Yo estos días me preparo para irme al “Camino del Rocío”.
Para ese camino hacen falta algunas cosas peculiares como la tienda de campaña
y otras que no me harán falta y me las dejo. Si no tengo claro a donde voy
puedo equivocarme en el equipaje y no ir bien preparado. Vivimos demasiado instalados sin querer
reconocer que somos peregrinos.
Esta fiesta nos ayuda a mirar al cielo con los pies en la
tierra. No hay verdadera mística si ésta no se traduce en una experiencia
transformadora para el que la vive y para los que están a su alrededor. Los que
miramos a las nubes recibimos el Espíritu Santo y con Él realizamos los signos
del Reino que Jesús ha prometido y que confirman nuestras palabras. Y así construimos en la tierra la ciudad del
cielo. El que en su interior deja que crezca el cielo (LA PAZ) a su alrededor
crea cielo (buen rollo). Para ver las lecturas pincha aquí.

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