
Jesús
salió a predicar. El núcleo de su predicación es la llamada a la conversión
basada en el Evangelio, es decir en una "Buena Noticia". Jonás predicaba sobre el
miedo. Anuncia una catástrofe como consecuencia de su «mala vida». El miedo a
perecer hizo que los ninivitas creyeran en Dios. Jesús busca la reacción de los oyentes con la buena
noticia del la llegada del Reino de Dios. ¿Qué entendían los galileos con esto?
Muchos esperaban la restauración del Reinado de David, un rey como aquel,
Ungido por Dios (Mesías) para traer la paz mediante la justicia, un rey que se
apiadase del pobre y del indigente.
Otros esperaban un líder religioso, un gran profeta no político que
renovase la Alianza e inaugurara un nuevo judaísmo.
¿Qué
quería decir Jesús cuando anunciaba el Reino de Dios? Jesús nunca lo explica
tal cual. Lo describe con sus parábolas y lo hace presente con los signos que
realizaba: curaba los enfermos, acogía a los pecadores y daba esperanza a los
pobres. Con él empieza el Reino de Dios, más concretamente con su muerte y su
resurrección. El poder del mal que se
hace patente en el mundo mediante el pecado y la muerte es vencido. Deja de
reinar el mal y comienza a reinar el Amor de Dios. El Espíritu Santo es derramado
sobre toda la creación y va transformando el mundo a imagen de Jesús.
El
Reino de Dios no es una ideología, ni una ética. No es el anuncio de lo que hay
que hacer sino de lo que Dios hace. Muchos cristianos lo hacen así: «Jesús ha
muerto y ha resucitado por mí, yo antes vivía de espaldas a Dios y desde que he
descubierto esto, mi vida ha cambiado, ha sido transformada». La “metanoia”, el
cambio de vida es fruto de creer esa buena noticia. El que acepta a Jesús como
su salvador, cree que el Espíritu Santo tiene poder para transformarlo. Se deja
encontrar por Dios, vuelve a la casa del Padre, deja las redes o la mesa de los
impuestos y vende todo lo que tiene.
No
es una persona que se esfuerza por ser
buena. Es humilde y reconoce que nada puede. Y entonces aprende el camino, que
no es otro que dejar hacer al Espíritu Santo en su vida. Este no es un camino fácil, porque el Espíritu
sopla donde quiere y te lleva a donde no esperas ni planeas. El que cree en el
Evangelio se da cuenta de que el tiempo es apremiante y es consciente de que la
representación de este mundo pasa. Pero no por eso vive en las nubes evadido de
los problemas. Es pescador de hombres porque muchos se ahogan.
Cada
Eucaristía es un acontecimiento salvador, el Reino de Dios irrumpe en el mundo
y en nuestras vidas. Creamos esta buena noticia y salgamos transformados. Feliz
fin de semana y bendiciones. Para ver las lecturas pincha aquí.
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