Hace unas semanas a cuenta de la crisis me decía un
amigo: “hemos querido vivir como Alemania sin ser Alemania”. Muchos coinciden en que el consumismo ha
diseñado un modelo económico basado en las necesidades superfluas que nos lleva
a vivir por encima de nuestras posibilidades reales. A vivir como si fuéramos
lo que no somos. ¿Por qué digo esto en este tercer domingo de Adviento? Porque
en Juan Bautista y en la Virgen María veo modelos de personas que no quieren
ser más de lo que son, es más, viven gozosamente su pequeñez.
Juan en el Evangelio deja claro que no es el
Mesías, él no es la luz, no es más que testigo de la luz. En el Magníficat que
hoy nos sirve de Salmo María se goza en que Dios se haya fijado en ella que no
es más que su humilde esclava. Y si las generaciones la estamos felicitando es
por las obras que el Poderoso hace en ella. Se goza en lo que es sin pretender
otra cosa. Nos estamos preparando a celebrar el Misterio de la Navidad, del
Dios hecho niño nacido en un pesebre. La alegría de este tercer domingo es la
de los pequeños, esa que vemos tantas veces en fotos o vídeos de niños junto a
nuestros misioneros. No es la alegría de los niños que el 6 de enero no saben
qué juguete les llena más.
Es la alegría del que no se cree protagonista de la
historia. Esto lo contemplo también en Benedicto XVI que aparece ante las
multitudes con su timidez y su humildad. El es testigo de la luz. El
protagonismo en sus palabras y sus gestos siempre es de Jesucristo. Que hermoso
verlo arrodillado con los jóvenes en Cuatro Vientos ante Jesús Eucaristía. Nuestra alegría es la de los creyentes que
viven como es voluntad del Señor, en constante acción de gracias a Dios. Porque
saben que todo lo reciben de él y no dejan que la añoranza de “tener más”
apague su alabanza. Es la alegría de Isaías que descubre que Dios lo ha vestido
de gala y de triunfo. Él no podía imaginar que un día los seres humanos, que ya
somos maravillosos como imágenes de Dios, seríamos revestidos de Cristo por el
bautismo.
Si conocemos a alguien que se sienta pequeño pero
no como María o Juan sino porque otros lo hayan humillado, mirémoslo como lo
mira Dios y hagamos que sienta que Dios se fija en él y lo viste de fiesta, que
esa es su mayor alegría. Feliz domingo y bendiciones. Para ver las lecturas pincha aquí.

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