
Seguimos con las parábolas que San Mateo coloca después de la Entrada triunfal en Jerusalén, cuando el rechazo a Jesús era manifiesto. El domingo pasado la de los labradores homicidas y el anterior la de los dos hijos. Son tres parábolas que tratan la cuestión del lugar en el que la comunidad judía se ponía al rechazar el Reino de Dios que el Maestro de Galilea proclamaba. En las tres Jesús les advierte que el Reino se dará a los gentiles. En la de este domingo la nota de universalidad está muy acentuada. Desarrollando la profecía de Isaías, la sala del banquete se llena de invitados sin distinción alguna, convocados en los cruces de los caminos, de todos los pueblos como anunció el profeta.
Vengo de celebrar una boda. La Iglesia estaba llena, pero al proclamar el Evangelio veía que muchos no estaban escuchando. No iba con ellos. Es lo que desgraciadamente sucede en estas celebraciones sociales. Les he preguntado si cuando escuchan unas campanas piensan que suenan para ellos o para otros. Yo he aprovechado para apretarles y decirles que Dios los busca y los llama. Que en el banquete del Reino hay un sitio para cada uno de ellos como en la lista de las mesas del banquete que los novios les tenían preparado. Y para decirles que lo que Dios les tiene preparado en un festín de manjares suculentos, ¡Que no saben lo que se pierden! Estamos en tiempos de nueva evangelización pero ¿salimos a los caminos? ¿aprovechamos cualquier ocasión para invitar?
Yo me pregunto ¿Quién llena nuestras Eucaristías? San Mateo colocó en esta parábola el inciso final del traje de fiesta. ¿Cómo tenemos que interpretarlo? Yo siempre me acuerdo del bautismo y de las palabras de San Pablo sobre estar revestidos de Cristo. No se refiere a estar o no bautizado sino a si el bautizado es manifestación de Cristo en su vida, es decir, si vive o no en la caridad. Como decía Benedicto XVI en “Spes salvi”, no sería justo que, por una mal entendida justicia divina, en el banquete escatológico se sentasen juntos las víctimas y los verdugos.
Vivamos la eucaristía de este domingo con este toque especial de banquete y de fiesta. Es la fiesta de la vida porque la muerte ha sido aniquilada. Son las bodas del Cordero que nos conforta y con él lo podemos todo. Feliz fin de semana y bendiciones. Para ver las lecturas pincha a aquí.
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