Cuando estuve en Israel un amigo veneraba los lugares donde la Virgen María había derramado lágrimas. Si la sangre de Jesús no era la de un hombre cualquiera, las lágrimas de María tampoco son la de una madre más que pierde a un hijo. No quiero con esto quitar valor a las lágrimas de cualquier madre. Quiero recordar algo que la teología católica subraya en la Madre del Salvador: su colaboración en la obra de la redención. El único salvador y medidor es Cristo, aunque Dios también obra a través de ella de modo subordinado. Hoy podemos preguntarnos ¿Pienso en las lágrimas que María derrama por mí? ¿Se lo agradezco? Feliz día y bendiciones. Para ver las lecturas pincha aquí.
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