La fe no tiene fronteras. Lo vamos a ver en la JMJ y ya lo estamos experimentando en los “días en las diócesis”. Estoy involucrado en la acogida a un grupo de peregrinos de Perú. Aunque tengamos rasgos raciales diferentes, nuestro castellano sea considerablemente distinto, ellos canten en “quechua”, ellos vivan a más de 3000 metros de altitud y nosotros a escasos 600… tenemos la misma fe, oramos al mismo Dios y tratamos de vivir de la misma manera.
La fe, que a veces ha sido y es desgraciadamente motivo de enfrentamientos, es también el elemento aglutinador más fuerte que posee la humanidad. Nos interconecta desde lo más profundo de nosotros mismos y nos conecta con las profundidades del corazón de Dios que tampoco tiene fronteras. En tiempos de Isaías comenzó a ponerse de manifiesto que el amor de Dios por su Pueblo no era excluyente sino inclusivo y en Jesús terminó por revelarse hasta donde podía llegar la misericordia divina.
Como decía ayer una religiosa que se quedó con ganas de ser misionera de joven: “yo no fui allí y ahora vosotros venís a evangelizarnos a nosotros”. Muchas comunidades cristianas de nuestro país están recibiendo el viento fresco de los hermanos inmigrantes. La JMJ será una nueva oportunidad para liberarnos de los prejuicios frente al extranjero y ser sanados desde la acogida que estamos poniendo en práctica de cualquier tipo de xenofobia.
Feliz JMJ a todos y nos volvemos a ver en la red dentro de dos semanas, bendiciones. Para ver las lecturas pincha aquí.
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