San Mateo puso en su Evangelio la Parábola de la cizaña para que la comunidad cristiana estuviese en guardia frente a los intransigentes y puristas. Una actitud que desgraciadamente ha abundado en la historia de la Iglesia cuando desde los paradigmas del absolutismo político se derivaba que no se podía tolerar el error. ¿Cuántos justos habrán sido juzgados y condenados? Nosotros hoy a Dios gracias no quemamos a nadie en la hoguera. Pero como cuando Mateo escribió su Evangelio corremos el peligro de no tolerar las medias tintas, de buscar “la pureza de la fe”.
Me ha llamado la atención esta frase del fragmento que hemos escuchado del libro de la Sabiduría: “Que el justo debe ser humano”. El Dios que juzga con moderación y gobierna con indulgencia nos enseña que el justo debe ser humano. ¿No nos pasa a veces que proponemos algunos ideales de vida cristiana que pueden resultar poco humanos? Ponemos tanto el acento en lo cristiano que nos olvidamos de que ante todo somos humanos. Es verdad que el justo de por sí provoca rechazo, que la cizaña va a por la espiga. Pero también a veces nos ganamos a pulso el rechazo con nuestros sublimes ideales. A veces vamos arrasando como el elefante en la cacharrería y se nos olvida esto de la semilla y la levadura.
El verano que es el tiempo de la siega, es buen momento para que hagamos nosotros balance, que pongamos nuestra vida a la luz de este Dios que es bueno y clemente. Y dejar que él separe lo que hay en nosotros de trigo y de cizaña. Eso es, no pongamos etiquetas de cizaña a nadie y revisemos lo que en nosotros ha sembrado el maligno. En nosotros el Espíritu gime intercediendo por nosotros para que alcancemos misericordia. Feliz fin de semana y bendiciones. Para ver las lecturas pincha aquí.

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