Me encuentro haciendo el “Camino del Rocío” con una hermandad. Es una de esas experiencias de convivencia más interesantes. Aunque como en toda experiencia comunitaria lobos feroces no nos faltan nunca. Pero Jesús no deja de interceder por nosotros para que seamos uno. Y su oración no es en vano, su sangre derramada derriba sin cesar muros y construye puentes. No nos alejamos del mundo, nos guardamos de él sobre todo para que la corriente de pesimismo que proclama “hay más alegría en barrer para adentro” no nos arrastre. Feliz día y bendiciones.
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