sábado, 12 de febrero de 2011

Domingo VI TO CICLO A

El contexto de las palabras de Jesús es el del Sermón de la Montaña. San Mateo presenta a Jesús como el nuevo Moisés que promulga la Nueva Ley como Moisés dio la Ley en el Sinaí. Para los judíos cristianos a los que fue escrito este Evangelio era un problema la relación de Jesús con la Ley de Moisés, el ser cristiano con sus leyes judías.
Puede parecer que la ética cristiana es una vuelta de tuerca a los mandamientos de la Ley de Dios. Una lectura superficial de esta parte del Sermón de la Montaña nos puede hacer pensar eso. Jesús utiliza la palabra “plenitud”, que podemos entender como “hacer completo”. Hay que reconocer que la ética del Antiguo Testamento era una moral muy elevada para los tiempos antiguos, pero no llegaba a todas las dimensiones de la persona. Se queda en los mínimos necesarios para una convivencia social en paz. No llega al corazón, a las intenciones y actitudes, se queda en los actos valorados desde un punto de vista externo. Es además, una fase del desarrollo de un proyecto ético más amplio. Un ejemplo es la cuestión del repudio. En una ocasión se lo plantearon a Jesús y dijo “por vuestra terquedad os permitió Moisés repudiar a la mujer, pero yo os digo… “
Jesús revela el estadio más desarrollado de la ética creyente que como dice San Pablo está escondido a los ojos de los príncipes de este mundo. La ley natural que recogen los Mandamientos puede ser conocida por la razón, el aborigen que vive en la selva del Amazonas entiende que debe respetar la vida, los bienes, la mujer del prójimo etc. Haciendo un símil deportivo, me han enseñado una nueva técnica para nadar, con esta nueva técnica pongo en funcionamiento músculos que antes no utilizaba (es más completa) y a mí no se me había ocurrido que nadando de esa manera pudiera obtener mejores resultados, claro que la técnica no se consigue en un día, requiere constancia, disciplina, hasta sacrificio diría yo.
Una ética de mínimos, de cumplimento, ceñida a la letra de la norma es contentarse con chapotear en el agua. Me mantengo, no me ahogo y hasta puedo desplazarme. Pero no desarrollo todas mis potencialidades. La ética cristiana me abre horizontes que ni el ojo vio ni el oído oyó. Me descubre posibilidades nuevas que mi egoísmo no me deja descubrir por mí mismo, una ética basada en el amor. Cada Eucaristía es una nueva “Cena del Señor” donde recibimos la Nueva Ley del amor, ley escrita no en tablas de piedra sino en los corazones. Feliz fin de semana y bendiciones.  Para ver las lecturas pincha aquí.

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